lunes, 24 de marzo de 2014

Despojarme de ti y de los recuerdos de las dichas nacientes, que fenecieron antes de ser plenas.
Desecar las sales de mi rostro, las que surcaban mejillas para alimentar el desconsuelo.
E insistir en mí, como refugio en tempestades y en hastíos.
Y, por fin, penar. Penar hasta que las canciones de desamor ya no duelan.
Y, desnuda de ti, caminar de nuevo por esa playa, llena de sol, en la que hace tiempo que la marea desdibujó nuestras huellas parsimoniosas. Esas que vagaban paralelas, para mirarse en besos de melancolía. Caricias en los labios como presagio cierto de la ausencia de un nosotros.

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