martes, 13 de mayo de 2014

Noches de música, de bailes y de fiesta

El presente se pervierte al punto de engullir pasados y futuros, arrebatándoles, en frivolidades desmedidas, cualquier licencia para devolvernos a realidades. La perspectiva yace diluida, tras recortar distancias, y la amistad se vuelve categórica, tras esquilmar cualquier vestigio de la existencia previa de una paleta multicolor. Y la noche se vuelve común: se vuelve fiesta. 

Pero, de pronto, algo lo envuelve todo en melancolía y me devuelve a ti. Y es entonces cuando miles de sonrisas pueblan mis labios que, con el hambre atenuada por el tiempo, te nombran una vez más para fantasear con un futuro improbable y ese pasado que todavía me golpea el pecho. 

La culpable es sin duda la luna que, circular, me lleva a ti: con quien me regocijé en el privilegio de vivir lo sublime. Y por eso mis retinas dibujan tu ciudad en la que callejeo lenta, preguntándome dónde estarás, mientras me pierdo en el torbellino de sentires que semejaban muertos y que ahora se desperezan. 

Y probablemente la responsable sea aquella mirada que me recuerda a ti; a ti que rompiste las barreras de lo finito arrebatándome la consciencia de lo imposible. Y de nuevo acaricio tu rostro intangible, negándome a despertar de este sueño que me conforta con ternuras viejas, mientras imagino que, en otros cuerpos, aun me piensas.

Y es por ello que me aferro a tu abrazo de aire, como tantas noches de música, de bailes y de fiesta en las que algo me devuelve a ti: a quien no supe amar de tanto amarte.

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